El pasado 28 de noviembre se cumplieron cinco años del trágico vuelco de un micro en el kilómetro 141 de la Ruta 2, en jurisdicción del partido de Lezama. Lo que debía ser un viaje lleno de ilusiones para un grupo de niños y niñas de la ciudad de Benavídez, que se dirigían a su despedida de la escuela primaria en el Parque Temático Mundo Marino, terminó convirtiéndose en una pesadilla imborrable.
En aquel fatídico amanecer, poco después de las seis de la mañana, el micro volcó debido a la negligencia de su conductor, quien envió un mensaje de WhatsApp mientras conducía. Ese instante de distracción costó la vida de dos niñas de 12 años, Delfina del Bianco y Mía Soledad Morán, y dejó heridas físicas y emocionales que aún persisten en quienes sobrevivieron.
La Justicia de Dolores determinó la responsabilidad del conductor, quien fue condenado por imprudencia al perder el control del vehículo. Sin embargo, no fue hasta este año que finalmente fue detenido y trasladado a una unidad carcelaria para cumplir su sentencia, cerrando parcialmente un capítulo de dolor que marcó a toda una comunidad.
Homenaje en el lugar de la tragedia
Este 7 de diciembre, en un acto de memoria y concientización, la familia de Delfina del Bianco viajó hasta el kilómetro 141 de la Ruta 2 en jurisdicción del distrito de Lezama para colocar una estrella amarilla en el lugar del accidente. Este símbolo busca no solo honrar a las víctimas, sino también recordar la importancia de la seguridad vial para evitar tragedias similares.
La estrella amarilla colocada en memoria de Delfina también rinde homenaje a Mía Soledad Morán, la otra pequeña víctima fatal de este accidente. Ambas estrellas permanecen a la vera de la autovía como un llamado a la reflexión para todos los conductores y una advertencia sobre las consecuencias irreversibles de la imprudencia al volante.
Con este emotivo acto, las familias de las víctimas no solo preservan el recuerdo de las niñas, sino que también renuevan su compromiso de luchar por una mayor conciencia vial. Delfina y Mía ya no están, pero su memoria impulsa un mensaje claro: la vida no admite distracciones.