Micaela Ponce tiene 28 años. Nacida y criada en el departamento mendocino de Rivadavia, no dejó su finca familiar hasta recibir la noticia de que había aplicado a una beca en México para desarrollar una serie de prácticas profesionales de diseño industrial.
“Aún estudiando seguía viviendo en la casa de mis padres. Iba a la facultad y volvía. La experiencia de México fue la primera en cuanto tener que desarrollarme y desenvolverme en soledad“, contó al canal TN.
Una realidad diferente a la soñada
Su mamá Estela y su papá Pedro, acompañados por sus hermanas Antonella, Valentina y Estefanía, la despidieron, sin embargo, todo cambió al llegar a su nuevo destino.
“Rendí y aprobé todos los trámites en la universidad para poder firmar el nuevo contrato. Pero cuando llegué a la empresa me di cuenta de que algo no andaba bien”, explicó la joven.
La compañía le había ofrecido hospedaje, comidas, el vuelo para regresar a la Argentina y un sueldo en dólares. “No recuerdo exactamente cuánto era, pero sí era mucho dinero”, reconoció Micaela.
Y confesó: “Yo estaba acostumbrado a vivir entre flores, viñas y bodegas, me sentía super sola. Los afectos son los afectos, y eso me empezó a pesar un montón. Extrañaba los abrazos de mis abuelas”.
La pregunta que lo cambió todo
La joven reconoció: “Quería volver, pero a la vez no sabía cómo iba a decirle a la Universidad de Cuyo que no había aceptado hacer esa práctica. Lo llamé a mi papá y le dije que no era feliz haciendo eso. Entonces él me preguntó qué me hacía feliz. Yo le respondí que quería hacer asados en la montaña para mis seres queridos“.
Su padre le respondió: “Entonces vení y hacelo”. Micaela no dudó, renunció a la fortuna en dólares que le ofrecían y volvió a su Mendoza natal.
La joven no ahorra elogios para su progenitor: “Mi papá es una persona especial. Él es muy sereno y consciente, cuando me voy de viaje él no me escribe, me da mucha libertad siempre. Pero cuando estoy floja o mal, él está re pendiente. En ese entonces me aferré a él porque lo necesitaba”.
Regreso a Mendoza y el nacimiento de un nuevo proyecto
“Armé un proyecto para monetizar lo que amo. Empecé cocinando en bodegas, con grupos pequeños, al aire libre. Muchos amigos me invitan a incursionar y a darles de comer a turistas con platos simples. Yo no estudié gastronomía, cocino con fuego gracias a mi abuela que me enseñó todo”, contó Micaela.
Y detalló: “Además, hace un año creé una agencia de marketing y comunicación con dos socios, Agustín y Nicolás. La especializamos en dos nichos: el real estate y el enoturismo. Nuestro fuerte es la creación de contenidos y el manejo de redes sociales. Nos está yendo muy bien”.