Un empleado municipal ofrece tortas a quienes van a pagar

Ignacio Hernández

¿Te imaginás llegar a pagar una multa o el incremento de los impuestos municipales y que el cajero en vez de ponerte cara de nada te espere con un rico bizcochuelo marmolado? Difícil, ¿no? Pero en Río Tercero desde hace un año y medio en la caja del primer piso suceden cosas extrañas

“Generalmente, cuando te toca hacer un trámite en la Muni uno no va con la mejor onda, ¡y menos un día viernes! Hoy recibí una linda sorpresa que me recuerda que hay mucha gente buena onda en los lugares inesperados…”, cuenta en su cuenta de Facebook una vecina de Río Tercero.

Junto a una serie de fotos, detalla: “El cajero de la Muni de Río Tercero (disculpen, no sé su nombre) prepara tortas y cosas ricas para compartir con todos aquellos que deben ir hasta su caja para pagar. Si, si, aunque ustedes no lo crean. La verdad, me alegró la mañana”.

Y a los minutos llovieron los Me Gusta, los comentarios y las fotos que otros contribuyentes también habían registrado como Silvia: “Un genio el de la Muni de Río Tercero” o Mirtha: “Son muy ricas… doy fe, yo las probé”.

Y sin saber de los aplausos virtuales, quien está en esa caja es Sebastián Risolo, un joven de 34 años que lleva 7 trabajando en ese sector del municipio. “Me di cuenta que la gente venía de manera mecánica, pagaba y se iba. Muchos con mala cara y pasando un momento molesto. Ahí se me ocurrió empezar a llevar una torta, como algo rico para levantar el ánimo”, contó Sebastián a Día a Día.

“La preparo un día antes y sigo siempre la misma receta, pero hago variaciones si es de manzana, marmolada o de chocolate”. Sebastián le dedica a la pastelería todos sus jueves por la tarde. “El Seba”, como lo conocen, no se olvida de que muchos llegan a su ventanilla con niños y les tiene preparado a los pequeñitos turrones, chupetines y caramelos. “El gesto es para todos y los chicos se van más felices aunque hayan tenido que esperar”.

Para sumarle a este combo de alegría, prepara en ocasiones especiales sencillos cartelitos con frases para los que no se tientan con lo dulce ya que “el mensaje es una excusa para que se lleven algo y de alguna manera cambien la cara o quizás les alegre un rato el día”.

“Las personas al principio se sorprendían y me preguntaban cuánto costaba. No están acostumbradas a que algo sea gratis y sin ninguna intención”, relató el municipal. Pero el paso de los viernes fue ganando la seguridad y modificando a los más desconfiados: “Yo no digo que las personas han cambiado por un pedazo de torta, pero sé que se van alegres. Y las buenas acciones se contagian”.

Compartir este artículo