Antonio Alejandro Mirabo, es argentino, tiene 51 años y vivió varios años en Italia donde cometió varios ilícitos que van desde hurto, robo agravado y falsificación de documentos hasta violencia sexual, amenazas y secuestro de persona por lo cual fue condenado a 30 años de prisión.
Pero cuándo la Policía italiana fue a detenerlo a su domicilio ya no estaba en el país europeo, violando la prohibición de salida del país que pesaba sobre él. En ese contexto, el 11 de mayo pasado, la justicia italiana giró una notificación a Interpol con miras a obtener su captura nacional e internacional y tras una serie de investigaciones de logró establecer que había regresado a la República Argentina.
Según los registros migratorios locales, Mirabo regresó a la Argentina el 18 de mayo de 2019. Ingresó al país desde Uruguay por el paso fronterizo de Colón-Paysandú. De acuerdo al detalle de los trámites que hizo, registró domicilios en la Capital Federal y en Lanús. El 3 de mayo del corriente año renovó el DNI. Su mesa de votación estaba asignada a una escuela en Mar del Tuyú.
El 3 de junio, el jefe de la División Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones del Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina se presentó en el Juzgado Federal de Dolores, solicitando una serie de intervenciones telefónicas de líneas registradas a su nombre. Las primeras diligencias lo localizaron en esa casa del partido de La Costa.
De tal modo se pudo determinar que había alquilado una cabaña a media cuadra de la playa de Mar del Tuyú hallándose postrado en una cama, casi inmovilizado, asistido por dos personas como consecuencia de su obesidad: Pesaba 200 kgs.
La ley prevé que cuando una persona es buscada para ser extraditada a otro país, para ser juzgada o cumplir una condena, debe ser arrestada. Pero la defensa solicitó que no fuera enviado a la cárcel precisamente por su estado de salud y reclamó una “detención preventiva”, previsto en la Convención de Extradición entre Argentina e Italia. El Juez Federal subrogante de Dolores Martín Bava estuvo de acuerdo, aunque se ordenó que la policía constatara su domicilio una vez por semana.
Así fue hasta el día fijado para la celebración de la audiencia de extradición, el último 23 de agosto. Mirabo debía conectarse a las 9 de la mañana para conocer los cargos existentes en su contra y responder si aceptaba ser enviado a Italia. Pero su ventanita en el Zoom nunca se prendió. Cuando la policía fue a registrar su domicilio, no estaba ni él ni sus pertenencias.
El dueño de la vivienda dijo que Mirabo se fue sin avisar y sin pagarle. “Lo único que me dejó fue una cama rota y comida en la heladera”, se quejó
Nadie imagina cómo hizo para fugarse. Las dos personas que lo asistían fueron investigadas. Es claro que alguien tuvo que haberlo sacado de la casa, de madrugada, pero vecinos y testigos dijeron que no vieron nada. Quién lo ayudó y dónde está es aún una incógnita. Su última conexión de Whatsapp fue el 17 de agosto. Pesa sobre él una nueva alerta de Interpol para detenerlo.