Con la asunción del presidente radical Raúl Ricardo Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, Argentina volvió a vivir en democracia. Atrás quedaban siete largos años de una dictadura cívico-militar sangrienta, de las más violentas que conoció Latinoamérica. Secuestros, torturas y desapariciones que se sumaron a un descalabro económico y a un retroceso en materia de derechos civiles sin precedentes.
Esa Argentina del retorno a la democracia exhibía familias diezmadas por la dictadura y una economía en crisis: recesión, una inflación del 20 % mensual y una deuda externa que se había multiplicado.
Otro foco de tensión era el de los militares, una relación difícil que condicionó varios actos de gobierno del nuevo presidente.
Aquel 10 de diciembre, a las 8.30 en punto, comenzó la sesión en el Congreso. Alfonsín y el vicepresidente electo, Víctor Martínez, juraron ante la Asamblea Legislativa.
Luego Alfonsín se dirigió a la Asamblea. Abrió una carpeta, acomodó las hojas, se puso los anteojos y empezó su discurso. Sólo leyó 28 de las 74 páginas. El resto pidió que fuera incorporado al Diario de Sesiones.
El discurso fue interrumpido por aplausos de todas las bancadas en varias ocasiones. Se puede resumir su alocución en la frase que provocó la primera ovación. Simple, contundente y necesaria: “Vamos a ser un gobierno decente”.
Luego del Congreso llegó el primer momento épico del día. A contramano, bajó por Avenida de Mayo hacia la Casa de Gobierno. En el Cadillac descapotable, escoltado por decenas de granaderos a caballo, con su esposa María Lorenza Barreneche de pie al lado suyo, Alfonsín saludó a las miles de personas que se acercaron a verlo.
En la Casa Rosada fue el momento de la entrega de atributos. En una ceremonia sobria, formal y breve, en la que apenas hubo margen para unas risas tibias, Reynaldo Bignone, el último dictador, entregó el bastón y la faja presidencial.
Luego, Alfonsín tomó juramento a sus primeros ocho ministros: Antonio Tróccoli (Interior), Bernardo Grinspun (Economía), Dante Caputo (Relaciones Exteriores), Roque Carranza (Obras y Servicios Públicos), Raúl Borrás (Defensa), Antonio Mucci (Trabajo), Aldo Neri (Salud y Acción Social) y Carlos Alconada Aramburú (Educación).
De allí, Alfonsín se dirigió al Cabildo. El balcón principal desbordaba de gente. Entre ellos se abrieron paso el flamante presidente y Víctor Martínez. La multitud bramó. Alfonsín, entonces, habló en primera persona del plural. Se refirió a “todos”. Y en su primera frase advirtió que vendría una etapa dura, difícil pero que el deber de todos era trabajar por asegurar la libertad y las condiciones de vida dignas en el país.
El cierre de esos ocho minutos históricos fue con el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional, la fórmula que había empleado durante la campaña electoral que lo llevó al triunfo.